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XII CARNAVAL INTERNACIONAL DE LAS ARTES

XII CARNAVAL INTERNACIONAL DE LAS ARTES

Todos los que están son

 

   Algunos están convencidísimos de que la tierra es redonda, de que uno más uno es dos y de que el agua moja, por nombrar solo algunas de las muchas verdades subyugadas a los designios del sentido común. Y quizás hasta les asista la razón. Pero, como dice Efraim Medina Reyes, coodirector del Carnaval Internacional de las Artes, “la razón es lo único que pueden tener” aquellos que confían ciegamente en máximas incuestionables. Pues déjenme informarles que “aquí nadie tiene la razón”, según una máxima ubicada en el umbral de este mítico sitio llamado La Cueva (en un principio punto de reunión de cazadores de la ciudad), en donde acostumbró reunirse un grupo de alegres conspiradores que le cambiaron el rumbo al arte y al periodismo en Colombia.

    A partir del legado forjado por el llamado “Grupo de Barranquilla”, surgió el Carnaval Internacional de las Artes. Y es su mismo ánimo de transgresión el que se ha mantenido durante los últimos doce años, el mismo que ha permitido soñar, imaginar y dar realidad a una serie de programaciones en cuyos espíritus está inoculado el germen de la mamadera de gallo, del desparpajo, de la trasgresión, del diálogo y, por supuesto y principalmente, del espectáculo.

Por ello, no da miedo afirmar que el Carnaval Internacional de las Artes es disfraz, mascarada, fantasía, vísceras y también intelecto y tanto imaginación como conocimiento. No en vano, el maestro y musicólogo cubano Cristóbal Díaz Ayalay alguna vez catalogó a esta fiesta profunda y lamentablemente fugaz como “un festival de otro mundo” y el historiador Alfonso Múnera la elogió como “una de las materializaciones más intensas y maravillosas de ser Caribe”. Para los fieles asistentes barranquilleros que lo han seguido durante más de una decena, estos cuatro días representan una pequeña ventana por la cual asomarse al resto del mundo. Para los centenares de creadores, cuyas fe y persistencia han permitido su continuidad, el Carnaval Internacional de las Artes es un divertido lapsus de tiempo para quizás intercambiar hipótesis y saberes, para desordenar y reinterpretar la realidad.

Heriberto Fiorillo, dueño y portador de su ADN, parece considerarlo un juguete con el que intenta modificar nociones convencionales en todos aquellos que se dejen rozar por la fantasía transgresora y liberadora de la creación. El Carnaval Internacional de las Artes es, en resumidas cuentas, una inmensa fábrica de sueños que sirve como válvula de escape de una realidad formateada, codificada y empacada al vacío.

    Han sido doce largos años apostándole a la cultura, no para exponer sus expresiones como piezas de museo, sino más bien para dar rienda suelta a su grito liberador de pesadas cotidianidades, grito que se abre más allá del comodísimo formato de los esquemas (los tuerce, los rompe), grito que establece nuevas formas de interactuar entre los artistas y el propio público, grito que, sin distingo de clases, inunda las calles para convocar la asistencia a un espectáculo en el que la reflexión y la belleza son los ejes centrales. Nunca hay que olvidar, claro está, teniendo en cuenta a artistas colaboradores, invitados especiales y al público, la única verdad que reconocida abiertamente: “aquí nadie tiene la razón”.

En Colombia no existe otro festival artístico y cultural en el que se asuman las características vívidas y desafiantes de un carnaval. Por ello, año a año, los realizadores evitan implementar formatos calcados, calculados, pusilánimes. Los creadores de alrededor del mundo que cada enero llegan a deleitar, tentar y provocar al público barranquillero lo tienen claro. En las siguientes páginas aparecerán los rostros que nos acompañarán en la edición de 2018.

 

Bienvenidos sean todos, una vez más, a la anarquía teatral, al carnaval de los artistas, que se reinventan constantemente para estar al servicio de la risa, del pensamiento y de la espontaneidad. Bienvenidos, público y artistas, al XII Carnaval Internacional de las Artes.

 

#AquíNadieTieneLaRazón.

 

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